19 octubre 2013

Caminos (1º parte)

Cuántas cosas han pasado y no he escrito...con cuántas vidas me he cruzado y no he escrito...hace 15 meses y 5 días me separé de mi esposo, estuvimos casados por 5,5 años, tuvimos dos hijas y todo se fue a la mierda, aunque lo vivido fue crónica de una muerte anunciada, porque, como decirlo, desde que firmamos los papeles del casorio el cambió conmigo, se sintió confiado de que ya me tenía y no hizo esfuerzo alguno por invertir en la relación...y yo no me di cuenta, tan boba, imbécil, confiada, porque yo aún creo en las personas, pero no sabía lo que ahora sé, que sólo se puede confiar en algunos, en los que aparecen cuando estás mal, enfermo, pobre, acabado, esos son los de fiar.
Conocí a mi ex en la pega, llegué en marzo de 2006 a trabajar al hospital, después de haber sufrido una tremenda desilusión amorosa, en busca de nuevos horizontes y de amigos o gente amistosa al menos con la cual poder cultivar amistad o algún lazo de confianza; fue aquí donde conocí al Junco (más adelante explicaré el por qué del apodo), un joven pueblerino sin atractivo físico pero con enorme amabilidad y caballerosidad; como yo era nueva en el lugar no sabía donde estaban las cosas ni a quién pedirle insumos ni nada, entonces, el destino comenzó a burlarse de mi y con esto un juego maldito que aún no se acaba, Junco fue a mi puesto de trabajo a ofrecerme ayuda; la acepté con gusto claro está, me brindó mucho más que compañía, me brindó halagos, se arreglaba, perfumado y bien peinado iba averme varias veces al día, solo para saludarme y preguntarme si necesitaba algo...yo todos los días necesitaba algo, pero como esta amabilidad no se acababa, me empezó a llamar poderosamente la atención la devoción con la que venía a mi oficina a cada rato, entonces ya no era solo hablar de trabajo sino que hablábamos de nuestras familias, amigos, gustos musicales, trabajos anteriores...en fin, todas esas bobadas que uno dice en el período de la conquista y que después (tal como es ahora) se trasnforman en una dolorosa imagen de algo que pudo haber sido hermoso y que terminó en fracaso...

...tanto tiempo, amor y entrega que invertí en la relación, dejé a mis amistades, familiares, TODO por estar en mi casa con mi marido, y él.......no sacrificó nada para estar conmigo, todo y todos los demás eran importantes, yo nunca lo fui, él quería tenerme como los juguetes, usarme cuando tuviera tiempo, o ganas, no en los momentos y espacios comunes que se dan en las parejas...

...en fin, comenzó este pololeo de la forma que yo quería, él me pidió pololeo y fue todo tan mágico, nos gustaban las mismas películas, nos reíamos de los mismos chistes, le presenté a mis amigos, tonta yo, lo saqué de su mundo miserable y reducido a un mundo de gente culta, inteligente, que no era de este pueblo, que tenían otros temas, mis temas, mis gustos y de a poco me empezó a controlar, él me empezó a controlar, con quién estaba, en dónde, qué hacía, por qué lo hacía y comenzaron de a poco las discusiones en las cuales él nunca perdía porque siempre sacaba a relucri su argumento estrella "yo estoy tan enamorado de ti" y eso era un argumento distractor que me disuadía de seguir peleando o defendiendo mi punto de vista que ahora estoy segura era el correcto.

Yo venía saliendo de una desilución amorosa el año 2005 así que al encontrarme con Junco no lo podía creer...alguien sí me amaba y sí le gustaba estar conmigo y era amable y hacía cosas por mi, a diferencia de mi relación anterior en la que mi "pololo" era tan lunático y solo me pescaba cuando él quería (ahora que lo escribo veo el patrón en mis relaciones, soy una repetidora de patrones, siempre me busco a los mismos, hombres que al comienzo me admiran y seducen con palabras bonitas y luego sacan a relucir lo imbéciles que son y yo los perdono una y otra vez, puaj!! es mi culpa entonces, este sufrimiento es solo mi culpa).